Trump ha hablado de comprar Groenlandia; de incorporar Canadá como un estado más de los EE. UU.; de recuperar el canal de Panamá. Ahora dice que quiere ocupar la Franja de Gaza, expulsar a los palestinos y convertir aquello en la “Riviera de Oriente Medio”.
Lo más preocupante es que no descarta utilizar la fuerza para llevar a cabo sus planes. A fin de cuentas, su pensamiento es sencillo: tengo las bombas, así que hago lo que me sale de los cojones.
No hay que engañarse: los EE. UU. siempre han sido imperialistas. Lo que ahora cambia es la forma de controlar el imperio. Hasta ahora lo hacían con la CIA y el FMI, derrocando gobiernos y controlando las finanzas. Ahora Trump, incapaz de tanta sutileza, quiere ser imperialista a la antigua usanza: anexionándose territorios.
Muchos dicen que no hay que hacer mucho caso a estas ocurrencias de Trump, que muchas de las cosas que dice no se hacen o se hacen para luego deshacerlas. Es verdad. Pero pensando de esta manera corremos el riesgo de creer que siempre va a ser así. Podemos acostumbrarnos a escuchar sus barbaridades sin darle importancia y levantarnos un día descubriendo que su ejército se ha puesto en marcha.
Pero bueno: mientras no venga a por nosotros…
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